viernes, 17 de febrero de 2012

Los Goya

El Domingo pasado llegó a nosotros de nuevo la controvertida gala de los Goya. Y digo controvertida por su facilidad para despertar tanto a inquebrantables defensores, como a detractores convertidos de pronto en usuarios anónimos del término "muermo"".  Aún sabiendo de antemano que con esto es muy probable que pertenezca al primer grupo, y sin tener nada que reprochar por ello, confieso que vi la gala desde el principio hasta el  final. Sin arrepentimientos, así es como se deben hacer las cosas bien hechas. Puede que el  recurso de dejar los llamados "premios gordos" para el final, funcionara para mí, débil espectadora. O puede que no fuera eso. En cualquier caso, debo reconocer que mi sueño no se quejó hasta los minutos finales; pues me vi inevitablemente arrastrada por la sentimentalidad de los discursos, esos mismos que anualmente son atacados sin mesura. Esta declaración puede convertirme de pronto en una sensiblona de pañuelo y arruga, y que así sea. No de las películas, que por carecer del aplomo necesario, recurren al sentimentalismo de forma burda, descarada e irreal. Me declaro cómplice y víctima de la sensibilidad real, nacida en el lenguaje más cotidiano, y plagada de menciones a familiares, amigos, parejas y personas varias. Y es que el agradecimiento aún me emociona. ¿Sólo a mí?
La conductora de la gala estuvo correcta, inteligente y amena. Sólo cuando apareció un Santiago Segura cada vez más buscado, perdió parte del merecido beneplácito del público. A su lado, el parecía más espontáneo y cercano y así, sin quererlo, ella reforzó su figura. Cuando S.S habla, surgen reminiscencias del personaje que ha creado, sólo una pequeña parte de él y gracias a ello y a que sea pequeña, le ha sido otorgado  un talento innato para provocar carcajadas, bello valer. Conecta de forma inmediata con un público con ganas de reírse de si mismo, pero no antes de hacerlo de quién tiene delante o al lado.

Lo más pesado de la gala, resultó ser, para sorpresa de todos los presentes, el discurso del nuevo Presidente de la Academia. Su discurso estaba plagado de aciertos, pero también, de sentencias alejadas de un público que se convierte en un incomprendido verdugo.
Aún maquillando el discurso, con ciertos tintes aleccionadores, quedó clara su condena de la relación que se ha creado entre Internet y cine. Comprensible. Controvertido.
Internet forma parte de la actividad económica del cine, de la promoción de las películas, de la búsqueda de información, de la compra de entradas, de la crítica, de vídeos, de trailers, de páginas web de las películas, de la relación a través de las redes entre espectadores e integrantes del mundo del cine. Supongo que no se refería a todo esto, mal hecho, no se puede aislar lo que no viene al caso. El uso ilícito que se ha hecho de Internet para acceder al cine tiene ciertas connotaciones que nunca les oigo plantear. Hacen autocrítica del cine que fabrican y reprochan un comportamiento del público ciertamente negativo, pero ahondemos a ver qué más vemos, nunca se sabe.
Siempre se dice, y ya ha sido asumido por todos, el necesario reforzamiento de cultura de la población española. Y ello nos obliga, a la espera de uno más profesional, al auto-análisis. Al observar el ámbito de la Literatura, se producen varios fenómenos; las librerías suelen estar llenas sólo en Navidad, antes de Reyes, las bibliotecas todo el año. Para la mayoría, resulta imposible adquirir todos aquellos libros que desean leerse, gracias a Dios están los libros de bolsillo, y sobre todo, las bibliotecas ya mencionadas.

Con el cine y la música ocurre lo mismo. Los productos que se ofrecen en ambos sectores no resultan asumibles para la mayoría. ¿Se debieran ver entonces sólo aquellas películas que se puedan permitir, esperar a que lleguen a los videoclubes? ¿Y la música? ¿Se debe escuchar sólo aquellos discos que el sueldo de turno permita, o esperar a que el artista en cuestión coloque nuevos discos en el mercado para que los anteriores queden rebajados? ¿No va esto en detrimento del progreso, y en sinergia, también de la cultura?

Ocurre esto, y en lugar de llegar a un punto de equilibrio en el que el acuerdo se alce como ganador, nos dirigimos a posiciones irreconciliables cargadas de incomprensión mutua.

Por una parte, el público, recurre con demasiada facilidad a la crítica de un cine español cargado de calidad pero con una posición clara de desventaja frente a productos americanos, solo hace falta fijarse en la promoción de unos y otros. Por otra parte resulta comprensible que este mismo público, que viven de forma autogestionada, no pueda asumir el coste por comprar sus productos, ¿no suena esto a un mal negocio?

La cultura es un servicio público para la mayoría de nosotros, y como tal, es coherente que reciba protección, aquello que conocemos como "ayudas". En mi caso, veo estas ayudas como una inversión para un posterior disfrute. Mi punto de vista, algo extremo, no digo yo que no, las sitúa en aquellas obras y artistas que lo merezcan. Y en España hay muchas. Puede que algunas queden fuera de juego entonces, pero en estos casos de separación entre crítica y público, éste responde de forma contundente, resulta que ya tenemos varios ejemplos. De esta forma, películas aplaudidas por la crítica y películas aplaudidas por el público recibirán una merecida recompensa que serán los cimientos de futuros y dignos trabajos.
No es válido olvidar, que el patrimonio cultural define a un país, y como forma y fondo de éste tiene que permanecer; para que luego todos, caminamos con "honor y orgullo", como bien dijo el nuevo presidente. Al designar  a Internet un asiento separado del suyo, se alejan indefectiblemente del ciudadano, del público. Trabajar de forma conjunta, ha resultado en muchas ocasiones positivo, e incluso me atrevería decir que productivo. Vamos adelantados, pues algo ya estamos compartiendo: agonizar es un deporte que une a quien lo practica. Internet nos acerca, aislarlo hace que el problema sea crónico, pero sin hierro.

Conviertan a sus productos en asumibles, hagan , como han hecho y hacen en tantas ocasiones, buen cine; y luchen por su reconocimiento. Exijan y apliquen ética.
Busquemos la forma, de que la cultura resulte rentable para todos, no se ofendan por el término, resulta imprescindible en los tiempos que corren.
Creemos bibliotecas.

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