martes, 14 de febrero de 2012

La Reforma

Al observar las reacciones frente a la reforma laboral, me parece estar viendo de nuevo Mulholland Drive de David Lynch, pero sabiendo de antemano que están alucinando.

Primero escucho de boca de sus creadores y defensores, el pesimismo que otorga saber lo que ocurrirá en los próximos tiempos. Agradezco profundamente que me intenten decir la verdad, lo venía echando de menos, pero no han sido todo lo duros que debieran y es que no nos han contado todo.
La reforma laboral, como nos atrevemos a llamarla, sitúa al trabajador en una posición indefensa frente al empresario. Cospedal, ha comentado en estos atribulados días que "ahora son los empresarios y los trabajadores los que pueden decidir sobre su futuro". El que el convenio quede ahora en manos del empresario y el trabajador es un insultante eufemismo. El trabajador guardará sus protestas y condiciones bajo la llave de su hogar, o como mucho, de una charla de amigos cercanos, allí donde no se juegue el empleo.  La decisión gira en una dirección, siguiendo los firmes pasos de los empresarios. Éstos, quedan libres para aprovecharse de una desesperada situación para los trabajadores, que no durarán en aceptar condiciones laborales que en muchos casos, resultarán injustas.
Por otra parte, la creación de empleo, ¿podemos hablar ya de utopía?  se producirá a largo plazo, puesto que las empresas en situación problemática, no durarán ahora en despedir a trabajadores sabiendo que el coste por ello es asumible. Con esto, el paro aumentará con toda seguridad, y la dualidad de nuestro mercado laboral seguirá presente. Tras leer algunos de los puntos de la reforma laboral, veo flexibilidad, pero sobre todo, la veo en el paso entre las decisiones y deseos de los empresarios y sus acciones.

Sin embargo, la esperanza que queda tras esta reforma laboral, es que las empresas extranjeras, normalmente dubitativas a la hora de afianzarse en España, se animen ante la disminución de la rigidez laboral. Con el tiempo, y con la inalcanzable disminución de la tasa de paro, los trabajadores podrían lograr una situación más cómoda para exigir condiciones y la regresión de ciertos derechos. Ciertas  medidas como la bonificación para la contratación de menores de 30 años pueden alejar a la juventud española de la catarsis en la que se encuentra sumida.
Llegados a este punto, y sobre todo con el abaratamiento del despido como moneda de cambio debemos preguntarnos, que resulta más dramático para la economía española: el aumento del paro que va  a conllevar el incremento de los despidos y la desprotección del trabajador, o la prolongación de la agonía de muchas empresas que acabarán cerrando sus puertas y despidiendo a miles de trabajadores.

Por otra parte los sindicatos, alzan ahora su irreconocible voz, el tiempo lo borra todo. Con estos señores me ocurre una cosa y es que no se de quien hablan cuando lo hacen. No veo a los trabajadores en sus acciones ni en sus privilegios; y me pregunto, si se sienten atacados con esta reforma por un reducción de éstos. La duda surge de su oposición a una reforma laboral que incluye medidas como que las empresas privadas de colocación puedan dar empleo, la liberalización de los cursos de formación con la consecuente reducción de las partidas económicas que recibían, y el establecimiento de convenios entre empresarios y trabajadores, restando poder a los sindicatos como intermediarios y agentes sociales.
Recuerdo como hace poco los sindicatos y la omnipresente patronal no tenían demasiada prisa en llegar a un acuerdo, será que no han tenido años para pensárselo. Pues verán, yo si tengo prisa, y es que ya llego bastante tarde.
Hay una realidad circundante entorno a ellos que me asusta, pues veo como un instrumento necesario convierte sus cimientos en balsas de poder y no de socorro. En el 2011 en UGT incrementaron sus sueldos un 7%, llevan 7 años inmersos en un silencio convenido, en opulentas muestras alejados de la estrechez económica de los trabajadores, protestando por la reducción en las subvenciones recibidas. Perdonen, creí que todos debíamos apretarnos el cinturón, y el suyo tiene muchos agujeros. Han demonizado al empresario hasta el extremo, el 90% de las empresas españolas son pequeñas y medianas empresas, y puedo asegurar que muchas estan desamparadas, arruinadas y pasando por momentos que no desearía a mi peor enemigo.

Una vez llegado a este término, me digo a mi inestable pensar, que no puedo estar segura de qué las medidas funcionen o no. Probablemente muchos serán necesarias, con otras me es imposible estar de acuerdo. La demagogia sindical me abruma. La oposición opositora me recuerda más que nunca a Naomi Watts olvidando por qué estamos donde estamos, y convirtiendo a muchos culpables en confusos personajes. Pero, ¿dónde están las medidas reales? Buscamos una buena posición en Europa, es necesaria. Pero debemos preguntarnos si parte del problema no se encuentra en esta búsqueda del mundo perdido. Si no hay problemas más profundos que analizar, como la regulación europea de las transacciones económicas y de los agentes económicos, la necesaria inmersión analítica en un Banco de España que no ha regulado a los bancos y cajas como debiera. Son entidades privadas pero instrumentos públicos, necesitan y requieren regulación. Podría ser necesaria además la educación de una sociedad que se ha desmoronado por una base débil y una cima demasiado alta y sobre todo el ajuste de aquellas partidas que no tienen que ver con el esfuerzo ciudadano.

Con todo esto, ¿en que nos convertimos nosotros? En los espectadores de una película circular. Antes de comenzar sabemos que va a ocurrir y aún así somos espectadores generosos, y sabemos sorprendernos. Cuando acaba, como sino hubiéramos sabido en que iba a consistir, nos indignamos, "si lo llego a saber no pago por verla". Y es que las críticas eran buenas, los actores eran actores consagrados, el argumento bueno y la historia necesaria, pero al final no ha funcionado. Nos han engañado, el trailer parecía otra cosa.

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