miércoles, 21 de marzo de 2012

Tres mundos paralelos

Diariamente imágenes terribles asientan al terror en el sofá marrón junto al punto de cruz, convirtiéndolo así en testigo directo. El estremecimiento, aunque venido a menos, aún es posible; y es que la continuidad convierte los extremos en puntos intermedios. El mundo, tal y como lo entendemos, se tiñe de compasión. Hay quien alza su voz, se atreve a protestar, pedir explicaciones. Pero otros, diferentes eso sí, encuentran aquellos sacos rotos debido al peso de las voces. Con sigilo los retiran, pues entorpecen el paso de quien debe pisar fuerte para hacerse oír, las vocales no sirven.
No se entiende lo que sucede, en este mundo siempre hubo disonancias. Parecía lógico que aquellos que velan por nuestros intereses y son recompensados por ello, recordando los panes de oro de Calígula, así lo hiciesen. Pero, como Locke defendió sobre la ley natural, hay diferentes formas de interpretar los términos, y de ahí surge el fracaso. Término, que por  otra parte, también da lugar a numerosas interpretaciones. Esto nos separa irreversiblemente, y  así ya estamos, en tres mundos diferentes. Entre ellos, las conexiones resultan infructuosas y la cobertura insuficiente. El análisis que hacemos puede resultar frívolo por la lejanía de los hechos; pero así mismo, nuestra situación de sueño y armario, lo hace inevitable.
La lucha por la supervivencia es el dictador que gobierna el primero de los mundos, mientras que la guerra interna de sentimientos deja poco espacio y tiempo para el deleite en otro; y en el tercero, la ambición ha asaltado el palacio. Siria acapara hace tiempo la escurridiza atención de estos últimos, que en un acto de generosidad se plantean cuestiones relativas; tanto, que sólo pueden ser entendidas de mil maneras diferentes.
Surgen opiniones; y a mí, sobre todo preguntas.
Siempre es tiempo de debate, del que en numerosas ocasiones han surgido brillantes soluciones, conjunción de mentes y opiniones. Pero lo que está ocurriendo parece un programa grabado que editan para entretener al espectador cada semana. Y mientras, la realidad se sucede sin tiempo para mirar a los lados, en los que posiblemente, solo se observarían hombres sentados. La intervención hace tiempo dejó de ser sólo necesaria,  alcanzando ya el grado de “permanentemente urgente”, del que no se baja por la imposibilidad de un final certero.
Nunca he entendido que se hable de guerra o conflicto armado como solución a otro. No creo demasiado en las verdades absolutas, nacidas de puertas cerradas; pero en mi caso, se acerca a ella la afirmación “la violencia genera violencia”. Entiendo que un pueblo sometido sea incapaz de visualizar una solución de tal calibre, y se sumen posiciones radicales; aumentando un conflicto con cada vez más seguidores. En todo caso, las intervenciones realizadas por el mundo occidental tal como Irak o Afganistán, han dejado entrever que el camino a seguir  no es responder con sus mismas acciones, que sino me equivoco, siempre hemos considerado equivocadas. Las mejoras sociales y la supervivencia aun son inexistentes y la pregunta de “si ha servido para algo” permanece suspendida en el aire que nosotros, sí respiramos.
Al margen de esto, acciones cuyo primer objetivo y presto especial atención a esta palabra, no sea el bienestar y la supervivencia humana, nunca obtendrán como primer efecto éstos. Ni siquiera de forma colateral, término ya unido indefectiblemente a “daño”. Así ha ocurrido en Afganistán e Irak, ambos justificados hasta la saciedad y ambos visiblemente engañosos, repletos de ambición y faltos de credibilidad.
En un frecuente acto de ingenuidad, que aún no echo de más, me pregunto que si el ser humano (realmente suena inocente) fuese lo primero, aquellos que presumiblemente velan por la paz no serían los principales partícipes del comercio de armas entre países; y por supuesto, no establecerían relaciones comerciales con aquellos que de forma continua y “libre” transgreden los derechos humanos.  Condenar y cooperar no puede ocurrir de forma paralela. Llevar al delincuente de la mano tiene consecuencias que salpican a quién sólo pasea.
Ingenuo, lo sé; pero aún así, se merece un análisis
Siria no parece interesar, de ahí la dilación, la mesura y la ausencia de soluciones.
No sé dónde están éstas, yo sigo en mi mundo. Pero suponemos que están capacitados, pues así se han erigido, para bloquear política y económicamente a aquellos países como Siria, tomando a Irán como reciente ejemplo. Suponemos también que son lo suficientemente valiosos para aunando fuerzas, encontrar soluciones que no nos avergüencen, y la ausencia de ellas lo hace profundamente.
Si son tan poderosos en sus manos está la solución adecuada, sino es así, es que no lo son,  y por tanto sus privilegios no les pertenecen. Tres mundos, tres visiones y sólo un resultado, demasiado recurrente. Espero no acostumbrarme.

viernes, 2 de marzo de 2012

Pasos hacia atrás

¡Hemos avanzado tantísimo en unos años! Ahora nos creemos dueños de sentimientos encontrados, de ideas opuestas, de verdades absolutas. Sin embargo, hay un observador que avisa: "Por favor, estáis todos en la misma sala, dejad de daros la espalda"
Y es que, hace tiempo que con la misma tela, algo gruesa y poco elegante, hicimos una gran venda de débiles costuras con las que nadie se atreve.
Hace unos días, me sobrecogía con las imágenes de la violencia desprendida de una manifestación estudiantil. Instantáneamente, comenzó el lanzamiento de críticas, contra una actuación policial que no debiera ser juzgada en singular. El error de muchos policías, me ha traído alguna que otra discusión que siempre finalizo con el arrepentimiento de aquél que la ha comenzado.  Hay quien argumenta que no habían solicitado los permisos necesarios para manifestarse y que el cortar la calle trajo problemas a muchos ciudadanos. Mi argumento para mi precipicio de rabia e indignación, era su situación de superioridad, la responsabilidad de su cargo, la necesidad de cordura y los pocos beneficios que siempre conlleva una respuesta agresiva. No creo que la acometida de una ilegalidad justifique actos de tal magnitud. En cualquier caso, debiera  individualizarse la respuesta; tratando en este caso,  la falta de permiso como una torpeza que debe gestionarse y no apaciguar contra todo obstáculo.
Comenzaron entonces las manifestaciones y los gestos de comprensión  a los estudiantes valencianos. Debo reconocer que estaba orgullosa, a veces me pasa. Pero poco a poco sentí como algo se nos escapaba entre las manos; observaba como algunos cargaban contra todo un colectivo del que  no podemos prescindir y a quien exigimos acciones implacables y certeras,  pero que juzgamos con la severidad de quien se cree dueño de todo conocimiento. ¡Individualicemos! Cuando un médico comete una negligencia o aún peor un acto delictivo voluntario, no cargamos contra todo el colegio de médicos y es que eso sería una barbaridad digna de otro siglo.
Pero no sólo ocurría esto mientras se precipitaban los hechos; además, también sentía que se instrumentalizaban las manifestaciones y los errores cometidos para hacer campaña. El oportunismo me aterra.
Me planteé entonces la posibilidad de que la responsabilidad fuera una carga demasiado pesada para determinados colectivos, para determinadas personas, para determinada sociedad.Y hastiados del peso, y con el objetivo de llegar al final, quizás dejamos parte de la mochila en el albergue, pero el camino ya no es el mismo, quedaba claro que todo era necesario. Y es que, hay quien juzga con acritud y no con sentimiento de mejora. Dos pasos para atrás.
Me dí cuenta entonces, de la injusticia de mis palabras al hablar de "los policias", ¡era tan injustamente imparcial! Seamos generosos con el lenguaje. Se había empañado la imagen de un colectivo por la actuación de un subgrupo, cuyas actuaciones debieran ser juzgadas como proceda.
Entonces, y solo entonces,  hace dos días de nuevo me sobrecojo con la manifestación en Barcelona.
Y veo como de nuevo, un "subgrupo" empaña la imagen de un colectivo que reclamaba derechos. Algunos creyeron que hablar no era suficiente, y para pedir decidieron quitar. Nunca he creído en eso. Quemar coches, comercios, simulacros de Emilio Botín, golpear puertas, increpar a la gente. ¿Sabes algo de lo que está pasando en este país? No sé, yo no lo entiendo, nunca he dado la mano con el puño cerrado.
Y ahora hay quien aprovecha para asignar a estas manifestaciones el apodo de bandalismo; perdonen, creí que podíamos hablar de casos aislados, de errores, de individualizar, de juzgar hechos.

Y haciendo acopio de mi trasnochada ingenuidad, me doy cuenta: vivimos en un país que no reconoce sus errores, que no se guía por el juego sino por el impacto de los goles propiciados. Hasta entonces esperaba que cuando algunas cosas se hacen bien se reconozcan, cuando se hacen mal se asuman los errores cometidos, y sobre todo que se reconozca y empatice el sufrimiento ajeno a primera vista sin el enturbiamiento del color de sus papeletas. Por encima de todo, esperaba, que con puntualidad, dejásemos de aprovechar y esperar la oportunidad de tirar piedras en el tejado que nos resguarda a todos; algunos esperan recoger las tejas caídas. No lo sé, se ha perdido el relativismo y la neutralidad casi al mismo tiempo. Y contradiciendo todo lo que he dicho hasta ahora, subyago mis palabras a mis sentimientos. No creo en la existencia de una verdad sobre la realidad política y social circundante, y por tanto en su defensa a ultranza; ni tampoco en la existencia de muchas opiniones (demasiado obvio), sino en la existencia de muchas verdades según quién la cuente. Y es que veo grises por todas partes, la dualidad oprime.

El baile que planteamos no tiene final, y es demasiado mecánico para esperar diversión. Infinitos pasos hacia atrás.