domingo, 8 de abril de 2012

La Educación

Confraternizándome convenientemente con el vasto refranero nacional me hago eco de la sentencia "somos animales de costumbres"; y lo hago porque tal y como exigimos de los "dichos populares" es así con perceptible frecuencia. De tal forma, que hasta los imprescindibles cambios que se han sucedido a lo largo de los siglos, han nacido de la renovación de estas costumbres. Por ello, añado a tales y con el riesgo de resultar redundante, el apelativo de "heredadas".
Así, el cuadro que resultamos ser, proviene de un esbozo demasiado antiguo y de unas pinceladas familiares; de una sociedad que errando, aprende y enseña lo que adquiere, y de un entorno que "practica". Somos la obra final de un tejido moral y ético impregnado de matices personales que humanizan el resultado. Todo esto me ha hecho convenir en que la Educación resulta el instrumento mas poderoso con que cualquier agente social, incluyendo al propio ciudadano, puede contar. Sin hacer gala del escepticismo que algunos filósofos como Rousseua, aplicaron a la naturaleza del ser humano, si atribuyo al aprendizaje el título de "guía de comportamiento humano". Las atrocidades cometidas a lo largo de la historia lo demuestran. En este pasado, la sociedad se ha erigido como espectadora activa y como verdugo de insanos espectáculos.
Actualmente, la educación y la ausencia de ella se instrumentalizan en todos los campos, religión, política y algunos más frágiles como la moda o las tendencias sociales.
El mundo occidental y en concreto España, no escapan a esta práctica. Congeniábamos mi amiga  y yo hace unos días como permanecía suspendida en el aire cierta agresividad con tintes de distorsionada mesura. Nadie duda del marco ético y moral, en complicidad con el sistema democrático, en el que afortunadamente vivimos. Pero al margen de aquellos que se escapan a este marco, sobreviven en él comportamientos individuales que hacen temblar sus cimientos. Así, veo a mi alrededor una lucha encarnizada de opiniones, que por su forma, buscan la imposición y no el debate ni el compromiso social. Leo y oigo sentencias individuales y comportamientos que convierten al emisor en culpable y al culpable en lo que es y en algunos casos en algo más.
Hay numerosos ejemplos. El debate político no es tal, ni en la calle donde siempre estuvo, ni en los pasillos donde a veces era, ni en donde debiera y nunca fue. La ciudadanía parece haberse contagiado, al menos parcialmente, del partidismo improductivo y ambicioso. Algunos comentarios y acciones buscan el enfrentamiento interciudadano, que debilitará a una mayoría y fortalecerá  a una clase.
Por otra parte, ayudados por la mediatización de personajes y oficios, hay quien proclamándose "justiciero" lanza superficiales ofensivas que nada tienen de constructivo y tanto de innecesaria violencia. Las críticas ante un comportamiento reprochable no debieran cargarse de agresividad lingüística, de juicios de valor precipitados o de persecuciones prácticas y verbales.Así ocurre con los toreros, a quien me cuesta entender, pero a quien me cuesta aún más desear daño alguno. Y no es este ejemplo el motivo de tal reflexión, sino algo que noto y que a través de las redes, los medios y los acontecimientos veo precipitarse.
Tampoco, el humor derivado de infortunios ajenos forma parte de mi tambaleante comprensión.

Y en todo esto, la Educación actúa como arma y salvadora. Siempre atribuyo, y no digo que no me equivoque, a ciertas actuaciones la falta de ésta. La veo como el eje que debe gobernar y protocolizar las actuaciones de todos los que participan de una sociedad convenida.
Como arma, puede ser terrible, existen numerosos ejemplos en las religiones o en ciertos países con partidos políticos de tradición demagógica y dictatorial.
Pero como salvadora, ahí si que no, ¡no hay otra como ella!. Si algunos de los esfuerzos materiales y humanos dirigidos a legislar, imponer, convenir, corregir y castigar se focalizasen en educar(nos) nos ahorraríamos tantos disgustos como medidas y partidas económicas futuras. Así me ocurre con el copago, al que cariñosamente llamo "repago". Nuestro sistema sanitario es caro, pero se trata de un derecho (caro). Educar a la sociedad a "utilizar" y no a "usar" sería una manera de no recortar algo que por derecho nos pertenece, tal y como es y sin echar de menos.
Por otra parte, y como ya he mencionado, la búsqueda continua del confrontamiento resultará agotador para quién menos puede permitir cansarse, yo ya lo estoy un poco. Y por último la educación dirigida a evitar la vertida de improperios y persecuciones, y la resolución por ello en críticas constructivas, empujará nuestro techo de aguante. No me refiero sólo al enfrentamiento político, que también, sino al existente en las calles, en las palabras, en los medios; hay algo de violencia acechando con colarse hasta el final del baile.

Está en manos de todos y sobre todo de unos pocos, invertir en cambiarlo. Campañas de salud agresivas demuestran que la educación como era de prever, funciona. En busca de una sociedad ideal.... ¿y que otra salida nos queda? Estamos conviviendo.