miércoles, 15 de febrero de 2012

La soledad

Ayer por la noche, se podía ver en la 2, la película de "La Soledad" de Jaime Rosales. Recuerdo en el 2007 la aceptación que tuvo por parte de la crítica. En ese momento,  como me ocurre con tantas otras, me dije que debía verla. Y así como tantas cosas que solo recuerdas cuando vuelven a ti de forma aleatoria o sucumbiendo a algún tipo de presión temporal, de nuevo, llegó a mi.
Me pareció fascinante y aterradora, aterradoramente abrumadora. Se adentra en el cuerpo mediante la proyección de imágenes inertes y estáticas, a través de palabras lanzadas al vacío, que quedan suspendidas en un aire que asfixia a quien lo ve, y parece quebrar a quien lo vive.
Las primeras impresiones son de quietud, y es como consecuencia de esta aparente lentitud que se produzca una inminente inmersión en el espectador. Como el llamado "calabobos", suave, imperceptible, fulminante.
Se centra en la historia de tres protagonistas; la primera decide dejar su pueblo natal para buscar alternativas en Madrid con su hijo, dejando al padre de éste. La otra mujer es una maravillosa Petra Martínez cuya vida gira alrededor de sus tres hijas; adultas, pero tremendamente dependientes por diferentes causas.
La tercera protagonista es la soledad, amiga y enemiga de las anteriores. Se trata del narrador omnisciente de la película, conocedora de las andanzas de los personajes; los observa y los impregna con sutiles formas, secuestrándolos, humanizándolos.
Aparece así la "soledad suspendida", adaptándose al ambiente, y haciendo que personajes y espectadores se adapten a ella.
Se manifiesta en la rutina, caracterizada mediante su naturaleza dual. Es una escapatoria al dolor y a la propia soledad; pero también, resulta un agujero de insatisfacción del que huimos aterrados. La ambigüedad de lo cotidiano traspasa la pantalla; refugio y enemigo. ¿Quién no ha querido regresar a la rutina y quién no escapar de ella?
La soledad del dolor; dolor por la pérdida, dolor por un sentimiento de culpabilidad, dolor de impotencia, dolor como consecuencia de la soledad. Este sentimiento contamina el ambiente, haciendo que surjan del mismo sitio y al mismo tiempo reacciones de compresión e incomodidad.
La soledad de la adaptación, de las inseguridades, del reparto equitativo de cariño, de las disidencias, del egoísmo, de la conciencia de los errores.

Así, el sentimiento que da título a la película, resulta demasiado familiar para permanecer distante. Adopta todas estas formas y hace del entorno circundante el cómplice perfecto. Refleja de forma casi descarada, como el compartir un sentimiento puede no acercarnos; es posible que se aísle. Ocurre con naturalidad en esta película, lo hacen suyo, como un jersey adaptándose al cuerpo de quién lo porta.

El camino que siguen los personajes es el de la supervivencia, y ahí, puedes estar solo.
No se muestra la soledad como una consecuencia de las circunstancias, sino como un compañero, a veces práctico y a veces pesado.

Jaime Rosales firma una película que nos habla de forma directa. Lo hace a través de pisos vacíos, de conversaciones con uno mismo, de intereses únicos, de días compartidos, de la imposibilidad de coincidir. Habla de y por todos.

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