viernes, 2 de marzo de 2012

Pasos hacia atrás

¡Hemos avanzado tantísimo en unos años! Ahora nos creemos dueños de sentimientos encontrados, de ideas opuestas, de verdades absolutas. Sin embargo, hay un observador que avisa: "Por favor, estáis todos en la misma sala, dejad de daros la espalda"
Y es que, hace tiempo que con la misma tela, algo gruesa y poco elegante, hicimos una gran venda de débiles costuras con las que nadie se atreve.
Hace unos días, me sobrecogía con las imágenes de la violencia desprendida de una manifestación estudiantil. Instantáneamente, comenzó el lanzamiento de críticas, contra una actuación policial que no debiera ser juzgada en singular. El error de muchos policías, me ha traído alguna que otra discusión que siempre finalizo con el arrepentimiento de aquél que la ha comenzado.  Hay quien argumenta que no habían solicitado los permisos necesarios para manifestarse y que el cortar la calle trajo problemas a muchos ciudadanos. Mi argumento para mi precipicio de rabia e indignación, era su situación de superioridad, la responsabilidad de su cargo, la necesidad de cordura y los pocos beneficios que siempre conlleva una respuesta agresiva. No creo que la acometida de una ilegalidad justifique actos de tal magnitud. En cualquier caso, debiera  individualizarse la respuesta; tratando en este caso,  la falta de permiso como una torpeza que debe gestionarse y no apaciguar contra todo obstáculo.
Comenzaron entonces las manifestaciones y los gestos de comprensión  a los estudiantes valencianos. Debo reconocer que estaba orgullosa, a veces me pasa. Pero poco a poco sentí como algo se nos escapaba entre las manos; observaba como algunos cargaban contra todo un colectivo del que  no podemos prescindir y a quien exigimos acciones implacables y certeras,  pero que juzgamos con la severidad de quien se cree dueño de todo conocimiento. ¡Individualicemos! Cuando un médico comete una negligencia o aún peor un acto delictivo voluntario, no cargamos contra todo el colegio de médicos y es que eso sería una barbaridad digna de otro siglo.
Pero no sólo ocurría esto mientras se precipitaban los hechos; además, también sentía que se instrumentalizaban las manifestaciones y los errores cometidos para hacer campaña. El oportunismo me aterra.
Me planteé entonces la posibilidad de que la responsabilidad fuera una carga demasiado pesada para determinados colectivos, para determinadas personas, para determinada sociedad.Y hastiados del peso, y con el objetivo de llegar al final, quizás dejamos parte de la mochila en el albergue, pero el camino ya no es el mismo, quedaba claro que todo era necesario. Y es que, hay quien juzga con acritud y no con sentimiento de mejora. Dos pasos para atrás.
Me dí cuenta entonces, de la injusticia de mis palabras al hablar de "los policias", ¡era tan injustamente imparcial! Seamos generosos con el lenguaje. Se había empañado la imagen de un colectivo por la actuación de un subgrupo, cuyas actuaciones debieran ser juzgadas como proceda.
Entonces, y solo entonces,  hace dos días de nuevo me sobrecojo con la manifestación en Barcelona.
Y veo como de nuevo, un "subgrupo" empaña la imagen de un colectivo que reclamaba derechos. Algunos creyeron que hablar no era suficiente, y para pedir decidieron quitar. Nunca he creído en eso. Quemar coches, comercios, simulacros de Emilio Botín, golpear puertas, increpar a la gente. ¿Sabes algo de lo que está pasando en este país? No sé, yo no lo entiendo, nunca he dado la mano con el puño cerrado.
Y ahora hay quien aprovecha para asignar a estas manifestaciones el apodo de bandalismo; perdonen, creí que podíamos hablar de casos aislados, de errores, de individualizar, de juzgar hechos.

Y haciendo acopio de mi trasnochada ingenuidad, me doy cuenta: vivimos en un país que no reconoce sus errores, que no se guía por el juego sino por el impacto de los goles propiciados. Hasta entonces esperaba que cuando algunas cosas se hacen bien se reconozcan, cuando se hacen mal se asuman los errores cometidos, y sobre todo que se reconozca y empatice el sufrimiento ajeno a primera vista sin el enturbiamiento del color de sus papeletas. Por encima de todo, esperaba, que con puntualidad, dejásemos de aprovechar y esperar la oportunidad de tirar piedras en el tejado que nos resguarda a todos; algunos esperan recoger las tejas caídas. No lo sé, se ha perdido el relativismo y la neutralidad casi al mismo tiempo. Y contradiciendo todo lo que he dicho hasta ahora, subyago mis palabras a mis sentimientos. No creo en la existencia de una verdad sobre la realidad política y social circundante, y por tanto en su defensa a ultranza; ni tampoco en la existencia de muchas opiniones (demasiado obvio), sino en la existencia de muchas verdades según quién la cuente. Y es que veo grises por todas partes, la dualidad oprime.

El baile que planteamos no tiene final, y es demasiado mecánico para esperar diversión. Infinitos pasos hacia atrás.

3 comentarios:

  1. Bien dicho! Solo una correción, no creo que nadie les llame bándalos, es más, los altos cargos y la prensa han reconocido que lo que se han introducido son grupos profesionales de la violencia dentro de los manifestantes no violentos. Siempre hay yhabrá impresentables en todos sitios, que dañan la imagen de cualquier colectivo, con idependencia de sus ideas.

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  2. Bien hablado grandullona, por desgracia en este país prima la "Ley del más fuerte" ante los verdaderos valores personales e individuales, esto denota una insuficiencia de criterio propio que conlleva a una total falta de responsabilidades verdaderas.
    Está claro que este baile no tiene final, y por supuesto que es demasiado mecánico a la par que aburrido, somos simples marionetas en manos de simples "kamikaces".

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  3. Totalmente de acuerdo, la palabra es "falta de responsabilidad verdadera", la hemos perdido en el camino.

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